Santiago López bibliotecario de la Fundación Antonio Pérez

Pasear (en otoño) por el casco antiguo de Cuenca es uno de los lujos que podemos disfrutar las personas que vivimos en esta ciudad. Esta entrevista nace de uno de esos paseos y de la atracción en una puerta (que tiene su historia y que contaré al final). La puerta utilizada desde el principio de la humanidad en la literatura, el arte y, posteriormente, en el cine como símbolo del paso de un lugar a otro, pero también de un estado (ya sea mental, espiritual) a otro. Un elemento que puede esconder tras de sí algo aterrador, desagradable, pero también todo lo contrario: algo interesante, atractivo, excitante.

Obviamente, me encontraba ante lo segundo. Estaba delante de la fachada del edificio que alberga la Fundación Antonio Pérez con un letrero que índica que allí hay una biblioteca. Pero una puerta era el único objeto que se interponía entre mi curiosidad de conocer no tanto lo que había dentro (libros, tratándose de una biblioteca) como de contemplar realmente su disposición, sus salas, qué tipo de libros forma su colección, si conocía a la persona encargada de la misma…Esta vez la tentación superó al miedo y decidí acercarme al umbral y ante mi sorpresa de no encontrar ningún timbre o llamador no tuve más remedio que utilizar el método más simple y supongo más antiguo que existe para llamar: golpear la puerta con los nudillos de mi mano. Tras no obtener respuesta continué con mi camino y volví a casa con la sensación de oportunidad perdida. Así que una vez en casa me animé a llamar por teléfono y concertar, de esta manera, una cita con el bibliotecario, Santiago.

Al día siguiente , y ya con la seguridad de saber que alguien me esperaba detrás de la puerta, vuelvo a llamar de la misma manera (pero más confiado) que el día anterior. Abre y me recibe Santiago y nada más entrar percibo que me encuentro en un lugar impregnado de la personalidad de Antonio Pérez. Y es que tan importante como las salas que componen el espacio del Centro de Arte Contemporáneo de la Fundación es la biblioteca que «está compuesta por más de 14.000 libros catalogados a los que hay que sumar los que el propio Antonio posee en su casa de la Calle San Pedro»; «seguramente una de las bibliotecas especializadas en arte más importante, sino la más completa de toda Castilla-La Mancha» afirma orgulloso Santiago.

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¡Bienvenidos a la biblioteca!

Abierta desde 1998, el fondo documental (donado por el propio Antonio) se va ampliando también gracias a la adquisición de nuevas publicaciones y a la política de intercambio que la institución mantiene con otros tantos museos o centros de arte contemporáneo (Santiago me enseña los dos últimos ejemplares recibidos del Centro Atlántico de Arte Moderno de Las Palmas de Gran Canaria). Otros de los centros con los que colabora son ARTIUM en Vitoria, el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo de Sevilla y otros museos de ciudades como Córdoba, Marbella, Badajoz, Vigo, Santander, Murcia… Poco a poco vamos recorriendo las estanterías de la biblioteca y Santiago me va explicando qué contienen cada una de ellas y me muestra algunos de los libros más importantes que hay en la colección como Historia de la guerra cívil española (1962) de Hugh Tomas editado por Ruedo Ibérico y una extensísima bibliografía sobre el colectivo de artistas (amigos de Antonio) que componen lo que se denominó el Grupo El Paso: Antonio Saura, Feito, Millares, Canogar…Destaca también una importante colección sobre el informalismo, surrealismo, así como de historia del arte y arte africano del que Antonio es un apasionado. Todo ello mezclado con numerosos objetos (esculturas, carteles de Saura…)  que convierten la propia biblioteca casi en un museo.

«¡Ah! y una impresionante colección de carteles recopilados por el propio Antonio» me recuerda Santiago. Tras conversar sobre distintos temas bibliotecarios como la catalogación, el sistema de gestión que utiliza le pregunto si se puede consultar el catálogo a través de internet. Me quedo asombrado cuando me responde que no tiene internet en la biblioteca. Es entonces cuando sale nuestro lado crítico y reivindicativo sobre el papel de las bibliotecas en la sociedad y de la cultura en general: «la cultura no está reconocida en este país; no sólo las bibliotecas» y de todo lo que hemos hablado sobre bibliotecas públicas de la provincia (de las que está al tanto) me hace el siguiente resumen: «en el sueldo y en nuestro horario tenemos nuestro reconocimiento» asegura.

La biblioteca es frecuentada por investigadores y estudiantes «pero ya de últimos cursos o que estén preparando tesis o doctorados, aunque no pido ningún carnet y cualquier persona interesada puede visitarla».

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Santiago López

Antes de marcharme, Santiago me anima a pasar al despacho que Antonio tiene en la propia biblioteca donde me enseña varios ejemplares más de libros con las firmas de sus autores: Guillermo Cabrera Infante y Alejo Carpentier, entre otros, y me cuenta una anécdota que yo desconocía: «el apodo pijoaparte del protagonista de la novela Últimas tardes con Teresa de Marsé es invención de Antonio».

Ya en la calle, y antes de despedirnos, le pregunto a Santiago por la puerta de la biblioteca: «la puerta se conserva así por decisión de Antonio. De hecho estaba el pintor preparado para adecentarla y se lo impidió». Como si de la fachada de la Universidad de Salamanca con su famosa rana se tratara les propongo que si alguna vez tienen ocasión de visitar la Fundación o de caminar por la Ronda de Julián Romero, se acerquen a dicha puerta e intenten descubrir las firmas de artistas estampadas en la misma, entre ellas la de Quino, autor de Mafalda.

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